martes, 3 de marzo de 2009

Chema Madoz











(agradezco a Bea, que me acercó a este fotógrafo)

José María Rodríguez Madoz nace en Madrid, en 1958. Es uno de los más reconocidos fotógrafos españoles. En el año 2000 le fue concedido el Premio Nacional de Fotografía. Ha realizado numerosas exposiciones individuales, tanto en España como en el extranjero, y el conjunto de su obra, además de ser respetada por la crítica, está alcanzando unas cotas de popularidad impensables para otros artistas contemporáneos.

Amante del blanco y negro, su obra recoge imágenes extraídas de hábiles juegos de imaginación, en los que perspectivas y texturas tejen sus imágenes.

Madoz desplaza el sentido natural de los conceptos a otras comprensiones explotando al máximo sus capacidades simbólicas y resolviendo su discurso con figuras y tropos de honda relación con el lenguaje: analogías, metáforas, paradojas o metonimias visuales que ofrecen al espectador un juego de percepción poética y le exigen una colaboración activa.

En sus palabras: “La construcción de la mayoría de mis objetos está resuelta de mala manera… Bueno, me explico, quiero decir que están construidos para ser fotografiados. No tienen empaque, ni una presencia cuando los ves físicamente. No hay un acabado maravilloso, solo un aspecto de ellos que vas a fotografiar es lo que funciona”.
“Convivo con la poesía, aunque nunca he escrito una línea”. La obra de Madoz tiene una amplia vecindad literaria. Sus composiciones se acercan al poema minimalista y a la contraposición de imágenes poéticas que produce una explosión metafórica que evocan a los haikus orientales.

lunes, 2 de marzo de 2009

Museo Fotográfico Simik

(Texto extraido de ttp://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-4974-2008-11-30.html)
Parece mentira que una ciudad tan fotografiada como Buenos Aires no tenga un museo de fotografía, si bien siempre hubo promesas y proyectos. Mientras tanto, en una esquina del barrio de Chacarita, el fotógrafo publicitario Alejandro Simik puso manos a la obra y creó su propio museo fotográfico poniendo en exhibición su colección personal. Su objetivo es prestar testimonio, de manera didáctica, de la evolución visual y técnica de este arte. El museo está fusionado con el Bar Palacio lo cual es una vuelta de tuerca interesante a la idea de tomar un café en un museo, ya que se vuelve literal: las mesas también son vitrinas, el cristal separa el pocillo de café de flashes centenarios y de las más de ochocientas cámaras en exhibición. Además, el bar ofrece los últimos números de la revista Foto digital y computadoras y libros para cualquier consulta. Declarado de interés cultural por la Legislatura de la ciudad (donde en su momento se exhibieron piezas de la colección de Simik), el museo ofrece actividades para entusiastas de la fotografía de manera gratuita, entre ellas: muestras mensuales de fotógrafos contemporáneos, conferencias, clases abiertas, cursos, y pone a disposición pública un laboratorio y un estudio fotográfico publicitario. Si uno recorre el museo notará que todo espacio fue ocupado, que cada lugar en el que se pudo poner una cámara, un proyector, o una foto, fue aprovechado. Sin embargo, Simik asegura que tiene más de mil cámaras sin exhibir y más de veinte mil fotografías guardadas, pero no sólo eso, sino que en muchos casos pudo rastrear la historia personal de alguna cámara del local, o de alguna foto antigua y reconstruir su pasado, aportando a la reconstrucción de una parte fundamental de la historia de la ciudad. Pero si bien le gustaría compartir esto con los visitantes, la realidad es que por cuestiones de espacio no puede hacerlo. Mientras tanto, el enorme esfuerzo de Simik fue agradecido por los vecinos: el museo es motivo de orgullo del barrio.
El Museo Fotográfico Simik está en la Avenida Federico Lacroze 3901 (Esquina Fraga).Abre de lunes a sábado de 7 a 24. Contacto: 4554-3903.www.museofotograficosimik.com

domingo, 1 de marzo de 2009

Punctum 3


Un hombre camina incómodamente por una ciudad lluviosa. Los reflejos en el piso y en los vidrios me transmiten la frialdad del día (hasta es posible que lo del suelo sea granizo). Este pobre individuo se defiende como puede de las inclemencias del clima, como a todos nos ha pasado alguna vez.

Pienso que Cartier Bresson tuvo una facil captura aquel día. Si bien es muy grata la combinación entre la verticalidad de la toma y la diagonal trazada por los círculos viales, no es en esa armonía donde se posan mis ojos:
La foto está dividida por un tronco que se extiende de manera molesta, fuera de foco, y es justamente allí donde se distingue de una toma común. El hombre que camina en la lluvia vé, como una víctima indefensa, al fotógrafo que está detrás de ese tronco. Desconoce su intención y es natural que sienta la incomodidad de quién ve invadida su intimidad.
El hombre vé al fotógrafo y ahora, a través de su vista, lo vemos nosotros también.

martes, 24 de febrero de 2009

Ojos de Papel


Esta nota trata de un gentil elogio a la impresión fotográfica sin hacer un culto al pasado. El autor, en el copete se cuestiona sinceramente “¿Puede un píxel almacenar sentimientos?”. Publicada en el suplemento Radar del diario Página 12 del 11 de enero de 2009, el texto completo se encuentra en este link: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5043-2009-01-18.html

Ojos de papel
Por Dushko Petrovich

Después de un siglo de imprimir a todo color imágenes de nuestra vida, el hábito está agonizando. Por supuesto, las escuelas de arte y los aficionados mantendrán la técnica con vida. Y las viejas fotografías probablemente se usen como los sobres lacrados, para conmemorar alguna ocasión especial.

La foto papel sólo puede existir en un lugar a la vez. Se puede dañar fácilmente, o perder. Pero es en estas debilidades donde yace parte de su encanto. Sólo unos años han pasado y ya estamos nostálgicos por los viejos procesos. ¿Recuerdas cuando había que esperar? La premeditación ha desaparecido. Así como la anticipación, la inversión y la sorpresa. La fotografía es menos una ocasión. ¡No se preocupen! ¡Podemos sacar otra!
Aun así, la tercera dimensión es un aspecto importante que completa las supuestas dos dimensiones de una foto. El contacto físico establece una intimidad. ¿Quién no ha tomado entre sus manos una fotografía y lagrimeado? ¿Quién no ha sentido la nostalgia anidar por un instante en la delgada superficie de una foto papel? Tomar una fotografía es tomar a una persona, o un lugar, entre las manos. Una ilusión momentánea que no tiene paralelo en el monitor.

Las gemas digitales pueden ser millones, o hasta miles de millones. Por supuesto, la idea es que cualquiera, o todas ellas, pueden ser impresas, si la ocasión lo requiere. ¿Pero cuál sería esa ocasión? Años pasan y nunca llega. La idea de imprimir todas se vuelve impensable. La razón por la que nunca se transforman en objetos es que ya han servido su propósito. Durante la fiesta, que quisimos que no terminara, posamos e hicimos click. Después nos mostramos unos a otros las pequeñas pantallas LCD y nos quedamos satisfechos: el momento duraría. (Un rato después, repetimos el ritual.)
El objeto en sí, no importa cuán permanente, cuán misterioso, termina importando menos que la habilidad por capturar la imagen, por guardarla y compartirla. Sin la impresión, la magia de la fotografía –congelar un momento en el tiempo – es aún nuestra. De hecho, aunque preferimos pensar en la fotografía como un objeto físico, descubrimos que cumple mejor con nuestras necesidades sin necesidad de imprimirla.

Pero, como con todos nuestros avances, algo se pierde en el camino. Es fácil pensar en la imagen impresa y la digital como la misma cosa, pero son muy distintas.

Aun cuando las cámaras siguen sumando megapíxeles, casi todo lo que vemos está proyectado a 72 puntos por pulgada, la resolución estándar de un monitor. La imagen obtenida está iluminada por detrás, es vívida y atractiva, y es difícil darse cuenta de lo inquietante que resulta mirarla. Nuestros ojos se mueven de un lado a otro, obtienen la información necesaria, pero si uno se queda un minuto, un minuto en serio, notará que la pantalla no acepta bien la mirada. Una imagen impresa, sin embargo, aun cuando pequeña o fuera de foco, siempre tiene una forma de dejarnos entrar. La superficie del papel es menos agresiva que el cristal líquido, entonces los ojos pueden vagar tranquilos por la imagen. El brillo de los píxeles tiene un precio. El espacio ilusorio de la fotografía es sutilmente reducido, junto a su invitación a recorrer la imagen, o simplemente descansar en ella.

Por supuesto, el espacio real que las fotografías ocupaban también ha sido reducido. Como mucha de la tecnología, la fotografías impresas parecían muy delgadas... hasta que comenzaban a apilarse.

Nuestros rituales ya han cambiado. Ya no nos pasamos pacientemente de mano en mano el álbum de fotos en medio de las reuniones. Y aún si buscamos un álbum notaremos que nuestra colección empieza a menguar alrededor de 2006.

Y mientras desaparecen, podemos empezar a darnos una idea de lo que realmente hacían estos objetos: transportaban sentimientos que las imágenes no pretendían, sentimientos que importaban más de lo que sabíamos en ese momento.

viernes, 13 de febrero de 2009

Punctum 2


"Coco" de Robert Doisneau

Al revisar mi base de datos pude experimentar aquello que le pido al que está leyendo estas líneas: esa puntada molesta que me hacía pasar de largo la imagen en primer término. Hasta que me rindo:

En un clima de película la captura de Doisneau nos entrega una composición armónica, un tríptico de rostros que reclaman con énfasis la atención. No veremos en ellos (y no pretendamos verla) amistad antes de sentir su aspereza.
Los vasos sobre la barra nos ponen sobre aviso del carácter marginal del ambiente. Vasos medio vacios, de negro contenido, de formas y brillos elegantes que son el primer contraste de la imagen. Es allí donde se dirige extrañada mi mirada.

Pero hay un segundo punctum:
Siento de todas formas que el extraño soy yo. Me lo hace sentir el hombre de la mandíbula corrida con su mirada inquisidora. Porque la belleza de la composición se encuentra en la fealdad de los rostros. Lo que me punza es la naturalidad de la situación: son compañeros en su osquedad y me encuentro más afuera de la fotografía de lo que generalmente uno suele estar.

Recuerdo y comparto un hermoso haiku de Bashoo (poeta japonés del siglo XVII):

En esta fiesta para mirar la luna
No hay uno de nosotros
Con un bello rostro

Robert Doisneau











Robert Doisneau nació el 14 de abril de 1912 en Gentilly y pasó su niñez y adolescencia en un suburbio de París. La muerte de su madre en 1919, cuando tenía apenas 7 años de edad, y la precaria situación económica que padeció con posterioridad fueron golpes muy duros para la frágil personalidad de un niño. En 1925 ingresó en una escuela de artes y oficios, "L´école Estienne", donde es formado como grabador y litógrafo.

Trabaja como ayudante en el estudio de diseño de André Vigneau, artista surrealista y uno de los exponentes de la vanguardia artística, lo que lo marcó como una importante influencia. " Aquel estudio era fascinante. Vigneau siempre decía cosas que me asombraban, cosas tan insólitas como 'el teclado de una máquina de escribir es un objeto tan hermoso que todas las cartas de amor deberían escribirse a máquina'. Me hablaba de la Bauhaus, del surrealismo, de las máquinas de habitar de Le Corbusier, del cine soviético..."

Su timidez fue la clave de su éxito. Como temía acercarse a la gente, Doisneau renunciaba a los primeros planos. “En mis imágenes procuro encontrar en los personajes un espacio interior por donde corra el aire; es lo que en definitiva le da la vida a una fotografía”.

Armado los primeros años con una Rolleiflex –una cámara legendaria que le permitía a Doisneau esconderse: “La nariz dentro del visor me permitía una actitud respetuosa, casi una genuflexión, algo que convenía a mi timidez”–, con una Leica después.

Se relacionó con el Parti Comuniste Français (al que se afilió en 1947, colaborando en los diarios y revistas: Vie Ouvrière, Regars, L'Humanité)
al estallar la guerra fue llamado a filas pero con la ocupación de Francia por los nazis, volvió a la vida civil y colaboró con la Resistencia falsificando pasaportes, permisos de trabajo, documentos para judíos, además de registrar la ocupación alemana. En agosto de 1944 documentó la liberación de París.
El período de 1945 a 1960 es sin dudas el de mayor producción fotográfica de Doisneau en el campo del reportaje humanista. Se lo reconoce entonces como uno de los grandes reporteros de la escuela francesa de postguerra, que se sustenta en la subjetividad de la mirada y en el tratamiento intimista, honesto y sensible de las cuestiones humanas.

Entre las obras más recordadas del artista debemos resaltar “El beso de L’Hôtel de Ville ” De la que hablaremos en detalle en una próxima entrada.

martes, 27 de enero de 2009

Punctum 1


Tomamos la foto entre nuestras manos. Dirigimos la mirada hacia formas, luego reconocemos en ellas a seres humanos. A continuación la mirada se enfoca en los ojos, como el elemento más pregnante, más reconocible a nivel emocional. Entre los instantes que nos llevó desandar este recorrido han pasado nosotros muchos sentimientos.

Este momento fue captado por mi padre, y las mujeres que aparecen entre las sombras son mi tía y mi abuela. Están absortas en el contenido de una carta e ignoran al fotógrafo. Mi padre es una persona de una notable cultura visual y si bien nunca se dedicó a la fotografía nos deleitaba periódicamente con estas imágenes. Esta en particular es una de las que más me gusta y mi intención es contar qué es lo que me pasa cuando me quedo observándola, a manera de ejemplo para los amigos que deseen subir sus fotos al blog.

Si bien las miradas toman la fuerza necesaria para captar mi atención, lo que me punza de esta fotografía en la mano de mi tía. Con una posición tomada del teatro clásico esta sosteniendo con firmeza un elemento irreconocible (tal vez un pañuelo), y en esa sujeción veo el contenido emocional de la carta. Ignoro quién la escribió y de qué trata, pero veo en esa mano apretada las palabras de un ser querido, la calidez con que se acerca a alguien que está lejos.

La oscuridad casi omnipresente es la figura, y es la que en este caso dibuja, en su ausencia las manos y los rostros de las protagonistas, dándole un contenido aún más dramático, como figuras que van apareciendo tras un telón. Parece ser que la luz emana de la carta misma. Y si no fuese por esa superposición de sombras el caracter teatral de este instante no sería tal.

Me encanta la expresividad del blanco y negro y esta en particular es una fotografía de una sencillez y un contenido emocional que creo (y espero), excede la familiaridad que me toca.
Espero que les guste.

Un Cuento de Italo Calvino


LAS CIUDADES Y LOS OJOS.


Los antiguos construyeron Valdrada a orillas de un lago con casas todas de galerías una sobre otra y calles altas que asoman al agua los parapetos de balaustres.

Así el viajero ve al llegar dos ciudades. una directa sobre el lago y una de reflejo invertida. No existe o sucede algo en una Valdrada que la otra Valdrada no repita, porque la ciudad fue construida de manera que cada uno de sus puntos se reflejara en su espejo, y la Valdrada del agua, abajo, contiene no sólo todas las canaladuras y relieves de las fachadas que se elevan sobre el lago, sino también el interior de las habitaciones con sus cielos rasos y sus pavimentos, las perspectivas de sus corredores, los espejos de sus armarios.


Los habitantes de Valdrada saben que todos sus actos son a la vez ese acto y su imagen especular que posee la especial dignidad de las imágenes, y esta conciencia les veda abandonarse por un solo instante al azar y al olvido. Cuando los amantes mudan de posición los cuerpos desnudos piel contra piel buscando como ponerse para sacar más placer el uno del otro, cuando los asesinos empujan el cuchillo en las venas negras del cuello y cuanta más sangre coagulada sale a
borbotones más hunden el filo que resbala entre los tendones, incluso entonces no es
tanto el acoplarse o matarse lo que importa como el acoplarse o matarse de las
imágenes límpidas y frías en el espejo. El espejo ya acrecienta el valor de las cosas, ya lo niega No todo lo que parece valer fuera del espejo resiste cuando se refleja. Las dos ciudades gemelas no son iguales, porque nada de lo que existe o sucede en Valdrada es simétrico: a cada rostro
y gesto responden desde el espejo un rostro o gesto invertidos punto por punto.


Las dos Valdradas viven una para la otra, mirándose a los ojos de continuo, pero no se
aman.


(del libro "Las ciudades invisibles", Italo Calvino

viernes, 23 de enero de 2009

Fotos Viejas, de Roberto Fontanarrosa (Nada del otro mundo)

(Collage de Pablo Bernasconi)
Mirá Merce, mira ésta qué linda... Acá está Rosi, mira qué bien está. ¿Cómo cuál es? ...ésta, ¿cuál va a ser? ...la que tiene esa especie de bonete en la cabeza... Bueno, todas tie­nen esa especie de bonete en la cabeza, se ve que era una fiesta. Claro, era en la casa de Zulema, un cumpleaños. Rosi debía tener acá doce, trece años. A ver... no, no dice nada acá atrás... porque a algunas fotos yo les ponía la fe­cha detrás. No, a ésta no le puse nada. ¡Qué tonta!

Y ésta... ésta parece en Tanti ¿no? Sí, debe ser en Tanti ¿no ves los árboles? Sí, es Tanti. ¡Qué foto chiquita! No sé por qué antes sacaban fotos tan chiquitas, Rosi está con una amiga, parece Laura, la hija de Dora, de Dorita... Fue el año de la epidemia de poliomielitis, por eso habíamos mandado las nenas a Tanti.

Y éstos... ¿quiénes son?... Ah, es Polo, es Polo mi mari­do, ¿ves Merce?... ¡éste, Merce! ¿cuál va a ser? El de la campera de cuero. Está gordo acá. El otro es Glorio, el de poncho. Claro... Glorio, el esposo de Beba, era muy amigo de Polo, Siempre tan bien puesto Glorio. Lindo tipo de hombre.

¡Ay, acá qué chiquita Rosi! Mira, parece una muñeca. Era una muñeca Rosi cuando chiquita. Esos ojos, los bu­cles... éstos, éstos son los bucles, Merce. ¿Vos no ves bien? ¿Querés los lentes? Parece mentira que fuera tan chiquita ¿no? Era una preciosura, siempre me decían. No como Graciela, pobrecita. Gracielita siempre fue más feúcha, más poquita cosa, pobrecita. O será que al lado de Rosi no lucía tanto, no sé...

Acá estoy yo... ¡Ay, por favor, qué gorda que estaba! Es en la pileta del club. Del club Huracán, Merce... claro... Las otras chicas no sé bien quiénes son. Ha pasado tanto tiempo. Esta puede ser la chica de Medrano, pobrecita, que murió hace poco. Una chica muy inteligente, muy bien. Mirá cómo se usaba el pelo en esa época. ¡Ah, no! ¡Lo que pasa es que yo estaba gruesa de Graciela! Claro... si no po­día ser que estuviera tan gorda. Yo tenía una linda figurita. Sí, porque Rosi ya tenía tres añitos para cuatro cuando yo encargué a Graciela. Acá la han manchado con birome, pa­rece. Alguna de las chicas, Graciela seguro. Rosi no era de hacer esas cosas. Siempre fue más juiciosa.

Acá están las dos... ¿ves, Merce? ¿Ves Mercedes? Rosi y Gracielita. Y éste es el nene de Tola, éste de acá, el Ma­riano, que era la piel de Judas ese chico, ay, por favor... ¿No ves lo que te digo?... ¡Cómo se nota acá!... Rosi es más bonita, ya desde chica era más bonita, más graciosa. ¿No ves la nariz de Gracielita? Sacó la nariz del abuelo... ¡Lo que sufrió esa chica por la nariz hasta que se operó!... Pero no quedó muy bien. Polo no la quería operar por na­da del mundo... ¡ésta es la nariz, Merce!... La boca, la na­riz... Feúcha, pobre ángel...

¿Y ésta?... esta chiquita... no sé, parece que la hubie­ran cortado. Debe ser un pic-nic, será en Acebal, no sé... Sacan cada foto a veces...

Ahhh... acá estoy yo, ésta fue una fiesta en el Círculo de Aviación, ésta es la que yo te decía, Merce... Acá está Cuca, ésta, la de lentes negros, siempre tan elegante Cuca, tan arreglada, tan peripuesta. Y el de atrás es el gordo Santanbrossio, que fue socio del papi mucho tiempo. ¡Ay, mi­rá, acá está mamá! Claro, ésta es mamá... ¿Qué tiene en la cabeza? Un turbante, no sé... se ponía cada cosa en la cabe­za... Y éste ¿ves? éste, pobre, es Marcelo. Ya acá estaba mal ¿ves? ya estaba muy desmejorado... ¡Cómo se ponen amarillas las fotos! Yo no sé por qué se ponen amarillas.

Tía Ernestina... esta foto es del tiempo de Ñaupa... Que linda era tía Ernestina... Bah, no era linda pero era una mujer muy interesante. La que era linda era Morocha, la melliza de ella, que murió tan joven, pobrecita... una bronconeumonía, una cosa así, una de esas enfermedades que había antes, no me acuerdo mucho. O tifus habrá sido. Fue terrible, una tragedia...

Esta es la que te quería mostrar... la de la fiesta de gra­duación de Rosi. Acá no salió muy bien, qué raro, se ve que el fotógrafo la ha tomado mal, está cerrando los ojos... Esta que la tiene agarrada del brazo es Marilú, que prácti­camente hizo todos los estudios con ella... ¡Ah, las compa­ñeras la querían muchísimo! La adoraban. Tan buena alumna, tan aplicada, tan mujer en sus cosas. Y una chica tan estudiosa, nunca se llevó una materia a rendir. Bueno, yo creo que Polo la mataba si se llegaba a llevar a rendir una materia. Polo era muy estricto con el estudio. Pero Rosi jamás de los jamases se llevó una a rendir. Excelente alumna, de una conducta impecable... Cerró los ojos la tonta.

¡Ah, qué chiquito era el negrito acá!... Una fiesta en la casa de Morocha, la que lo tiene alzado es Leonor, la mu­jer que trabajaba en lo de Moro. Trabajó mil años... Y acá atrás está Lucrecia, comiendo, como siempre... ¡así está ahora, si la ves no lo podés creer!... ésta, ésta es Lucrecia, Merce... Ese que vos decís es Antonio, que era bastante borrachín. Buenazo, pobre, pero tan poca cosa...

Gracielita disfrazada... haciéndose la payasa... De chi­quita y ya de más grande le gustaba mucho hacerse la pa­yasa... Yo no sé, tal vez para llamar la atención... Es cierto que nosotros nos volcamos siempre mucho a Rosita pero, hay que ver que Rosi era la primera y un encanto de chica. Con Gracielita siempre fuimos mucho más liberales. Polo, incluso, que era tan severo con la mayor. Y así resultó, Gracielita ni siquiera terminó los estudios... ¿Gracielita? ¡No, no terminó los estudios! Fue un disgusto tremendo que tuvo Polo. No sé si eso no le produjo la hemiplejía, pero Gracielita no terminó los estudios. En realidad no terminó nada de lo que empezó. Rosi completó Declama­ción, Inglés, Francés, todo, y siempre bien. Graciela no... más vaga, más indolente... Parece mentira, dos chicas tan distintas... Siendo hermanas, digo...

Mirá esta chiquita... Polo junto a un auto... Es raro, nunca tuvo auto. Y con sombrero. Poco o nada usaba som­brero, es muy petiso para sombrero. Aunque antes se usa­ba. Parece acá en Rosario ¿no?... éste es el auto, Merce, és­te...

Mirá qué raro, Rosi con vestido de fiesta... Ah, no... ¡qué tonta!... Es la fiesta de quince... Porque a ella nunca le gustaron mucho los bailes. Es cierto que a nosotros nunca nos gustó demasiado que ella fuera, tampoco. No sé... siempre con Polo fuimos tanto de tenerla controlada, de saber dónde estaba... Mirá las cosas que ocurren ahora, que los padres ni saben dónde están los hijos... Con Gra­ciela fuimos más elásticos, debe ser que con los hijos me­nores es así. Con el primero una tiene siempre más cuidados. Graciela iba siempre a los bailes, a esos asaltos, era más alocada. Buena, pero más alocada. Rosita no, siempre con nosotros, que hasta yo le decía: "Salí nena, anda a to­mar un helado, a dar una vuelta, cualquier cosa". Pero no era de salir, le temía un poco al control del padre. Me pa­rece mentira que ahora esté en Europa, tan lejos ¿no?

Ah... mirá Tola... ¡Qué loca era Tola! Siempre tan mandona, tan tipo sargento de caballería. Muy enérgica, muy tirada para atrás. El Negro siempre la cargaba. "Sar­gento de caballería" le decía. Nos hacía reír Tola. Tenía algunas salidas, algunas ocurrencias...

Estas son de las últimas... Gracielita y el marido, antes de irse de luna de miel a Europa. ¡Se casó muy bien Gracielita! El muchacho es bioquímico, una eminencia, mirá vos. Un muchacho muy serio. La llevó a Europa de viaje de bodas. Mirá qué suerte...

Y ésta, ésta es la que te quería mostrar, Merce... Me la mandó Graciela desde allá, parece que es sacada de una revista ¿no? parece cortada de una revista. Me escribía que es de Suecia o Noruega, o uno de esos países de por allá... ¿ves Merce?... ésta es Rosi, se ve claramente que es Rosi, y está con un negro, ves, parece un negro... Esta es la pierna del negro... y esto... esto... no sé... esto debe ser el brazo del negro... ¿no?... esto digo yo, es algo confu­sa... ¿ves Merce?... esto te digo... ¡También, mirá a quién le pregunto!... Esto seguro que es un brazo, y esto es la pierna de Rosi, una de las piernas, y el negro está como trepado, no sé... Es rara, rara la foto, se la ve contenta a Rosi, ella me escribía que estaba muy bien allá, estaba chocha... Acá hay otra pierna...

Acá está Polo con el Sultán, pobrecito. Lo tuvimos como once años. De cachorro era un pompón, me acuerdo... ¿ves Merce?... éste, Merce, éste es Polo... Sí, no era de sonreír mucho, pero date cuenta que ésta es de des­pués de la hemiplejía... ¿ves Merce?...

jueves, 22 de enero de 2009

Fotografía cíclica



"Antes de exhumar esta carta, yo me había preguntado de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimiento que el de un volumen cíclico, circular. Un volumen cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar indefinidamente. Recordé también esa noche que está en el centro de las 1.001 Noches, cuando la reina Shabrazad (por una mágica distracción del copista) se pone a referir textualmente la historia de las 1.001 Noches, con riesgo de llegar otra vez a la noche en que la refiere, y así hasta lo infinito. Imaginé también una obra platónica, hereditaria, transmitida de padre a hijo, en la que cada nuevo individuo agregara un capítulo de los mayores..."


El jardín de los senderos que se vifurcan (Fragmento), Jorge Luis Borges 1941

La fotografía es de Duane Michals, de 1973